martes, 3 de agosto de 2010

Animales salvajes atrpellados en la carretera

En el regreso a casa de desde Sierramágina, encontré muerto en la carretera un precioso hurón. Estaba justo en la línea divisoria entre los dos carriles.
Al pasar cerca de la zona, aunque mi vista no alcanzó a tanto detalle, tuve la seguridad de que el animal estaba recién atropellado, y de que su cuerpo aunque reventado por dentro, mantenía toda su hermosura exterior.
Siento una gran admiración, respeto y cariño por todos los animales salvajes. Encontrármelos y observarlos es uno de los motivos por el que siento tanta atracción por vivir entre los bosques y montañas.
Sin pensarlo me apeé y salí corriendo para quitarlo de la carretera. Solo un leve chorrito de sangre por la nariz delataba su muerte. Tenía abierto unos preciosos ojos color avellana que conservaban inerte una mirada perdida llena de gran intensidad.
Qué belleza irradiaba a pesar de ser un cuerpo ya muerto: Tenía un pelo marrón oscuro muy suave y brillante, una hermosa cola blanca. Su belleza no la podía igualar ninguno de estos animales victima de la insensibilidad del hombre, que en estos tiempos cansados de tantos otros estímulos, utilizan como mascota a hurones, serpientes, camaleones y un sinfín de animales salvajes.
Tuve la necesidad de acariciar su piel, de mirar sus ojos, de compartir su silencio. Lo coloqué bajo un árbol fuera de la carretera, me parece más digno devolverlo al elemento tierra; la naturaleza haría su parte en el proceso de la desintegración.
Hace un año al pasar por la sierra de Niefta tuve una experiencia muy parecida con un lobo. Era realmente bello y en sus ojos se había quedado cristalizada esa última mirada llena de intensidad. Me pregunté de qué estaría lleno ese instante en el que le sorprendió la muerte. Sin lugar a duda que el sentir de ese instante, era lo que transmitía la mirada de estos dos animales salvajes.
El lobo aun estaba caliente. Esta vez lo cogí y lo metí en el coche. Tenía una piel hermosa con pelos negros y marrón claro entremezclado. No sé, pero sentía como una necesidad de tenerlo cerca. Creo que me conectaba con mi parte más salvaje o ancestral.
Cuando llegué a casa lo coloqué en el suelo y me perdí en el tiempo observándolo: compartiendo su silencio y su mirada. Transcurrido no se cuanto tiempo de reloj lo colgué de un árbol y le quité la pie, me sentía como transportada a otro tiempo. Fue algo tremendo. Mi mente estaba completamente quieta salvo por algún pensamiento intruso que sorprendido me preguntaba: “¿pero qué haces?” Esas interrupciones eran como relámpagos que cruzaban velozmente dejando la mente en ese vacío-lleno de la presencia del lobo y todo aquello de lo que estaba lleno esos instantes y ese espacio.
Es realmente sorprendente, ( teniendo en cuenta que desde hace diez años mi comida es vegetariana, que no soy capaz de matar a ningún ser vivo, ni siquiera a los insectos más pequeño o molesto) que en ese estado, después de quitada la piel lo preparé para cocinar y comerme parte de su carne.
Él estaba muerto. Lo había atropellado el coche que pasó antes de mi. ¿Por qué no dejar que mi cuerpo se alimentara del suyo? Su cuerpo estaba compuesto de células salvajes, de sol, de aire puro, de naturaleza viva. Su sangre era limpia y pura llena de fuerza hasta el momento de su muerte.
Me pregunté si el hurón fue víctima inevitable o por el contrarío fue una negligencia del conductor. Son muchas las veces que no se va despierto por la vida. Muchas las personas que mientras conducen tienen el hábito de hacer cosas como: soñar despierto, intentar encontrar soluciones a problemas, escuchar la radio ensimismándose con ella, llamar por teléfono, buscar en la guantera, comer, etc.
Esa negligencia es a menudo la causante de tantas víctimas humanas que sucede en la carretera y que todos lamentamos sin remedio.
Sin duda que debemos también hacernos conscientes, de que cada vez hay más animales salvajes que mueren en la carretera. Estas son victimas totalmente inocentes del progreso y la desatención. Considero que conducir sin tener todos los sentidos en la conducción es estar actuando negligentemente.
Allí quedo el hurón, bajo un árbol en la vereda de la carretera. En mi corazón se metió una especie de tristeza que muy al contrario, no me hacia estar distraída, sino muy, muy alerta.
A los pocos km encontré otro animalito más pequeño, creo que era una marmota. Tampoco estaba destrozada aunque esta vez no pude parar.
Más adelante encontré un conejo, luego una gran culebra y también un gato, estos tres tenía sus cuerpos bastante destrozados.
No intento emitir un juicio. Imagino que para nadie es agradable atropellar a ningún animal, y que quizás a veces sea inevitable. Sólo pretendo compartir mi sentir a la vez que describo los hechos. Si acaso, pretendo que el texto ayude a que surja en uno, una reflexión sobre la atención, la negligencia, la cantidad de animales salvajes que pierden la vida en la carretera, la sensibilidad, el amor y la belleza.

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