miércoles, 18 de abril de 2012

SENTIR

No pensar que " me lavo los dientes" sino SENTIR todo lo que ese acto hace en mi.

No pensar que "friego los platos" sino SENTIR cómo sienten mis manos el agua que por ellas corre, la textura del estropajo, el olor del jabón, la suavidad del plato...

No pensar que " miro un árbol" sino SENTIR esa cosa viva extraordinaria que nos une.


EN ese acto de sentir, no se está soñando, no se está pensando, no se está midiendo ni comparando. Es algo sublime ir viviendo la vida de esta manera, cada vez que hacemos algo con todo nuestro ser atento, estamos creando vida, devolviendo vigor a la vida.

En ese hacer, no existe la queja, no se pone resistencia, no se enfada uno con lo que "ya es" con lo que se va sucediendo en nosotros. En cambio sentimos con más intensidad como la brisa nos acaricia, percibimos los más leves olores, gozamos de los rayos de sol y también del vivificador frió, de los cielos grises y los implacables truenos.

Ahí, el sentir hambre por unas horas no es un horror, el mojarnos bajo la lluvia no es motivo de enfurecimiento, el no reconocimiento no es motivo de tristeza.
Ahí las emociones tienen un lugar que no es desmesurado, que no nos desborda ni nos arrastra. Se está abierta y receptiva, gozando lo gozables y aceptando sin pesar las circunstancias adversas. Ahí está el vivir VIVO.

La propia naturaleza

Aceptar la propia naturaleza, es aceptar las propias consecuencias de la vida. Aceptarlas, no es esperar que las cosas nos la solucionen o se solucionen mágicamente; más bien es andar, ver, indagar, fluir; -como el agua del río que destruye cualquier obstáculo- para salir de eso que llamamos problema y que no es más que una consecuencia del vivir y sus circunstancias.

El árbol es naturaleza; recibe la vida con sus "brazos abiertos": el calor, el frió, la nieve, la lluvia, la sequía...Aun así invisiblemente oculto a nuestros ojos, hace todo lo que puede para cumplir con lo que llevamos inserto toda "materia" natural: la supervivencia de la especie.

Las hayas crean el ambiente de humedad necesario para la supervivencia del bosque que componen.

Las acacias de cuando las jirafas las comen hasta un punto crucial, envían la información a las demás acacias ( a veces a muchos km de distancias) para que estas vayan segregando una sustancia amarga que hace que sus hojas no sean un plato exquisito para las jirafas.

Algunas plantas chorrean una sustancia muy pegajosa para atrapar los insectos que las pudieran dañar. etc

Si cumplimos con nuestra naturaleza de supervivencia, tenemos que encontrar la lucidez para salir de la trampa y enredo en que nos mete nuestra mente, tendremos que sacar fuerza para levantarnos y seguir el propio camino.