En una sociedad donde hay sometimiento es inevitable el maltrato, puesto que no se vive desde la comprensión de que todos los seres humanos tenemos el mismo derecho. Desde el momento en que nacemos tenemos el derecho a Ser y Ser quiere decir vivir desde la libertad.
A lo largo de numerosos años, muchas mujeres han muerto, y
siguen muriendo en manos de hombres.
Estos hombres
utilizan la fuerza física para afrontar situaciones en las que la ira tiene más
fuerza en ellos que el control y la incapacidad de afrontar situaciones de
dificultad en la relación, desde otro lugar. Ver esto no es para nada
justificar la violencia que una persona ejerce sobre otra, hasta el punto de
acabar con su vida. Es algo horrible, tremendamente triste y eso no debe ser
justificado, por mucho que los motivos puedan ser muchos y complejos.
Cuando se justifica al maltratador es que hay un patrón de
resignación. En cambio, ver lo que sucede en una situación de malos tratos y
comprender desde qué lugar de ella misma, la persona está asumiendo la acción
de agredir y desde qué lugar de ella misma la persona maltratada asume y acepta
ser maltratada; podemos utilizarlo para comprometernos a ver desde donde, a un
nivel menor evidentemente, yo pudiera estar ejerciendo violencia, y desde
donde, pudiera estar aceptando esa violencia en mi vida. Al hacer este trabajo
de indagación profunda, estaría haciéndome responsable de la violencia del
mundo; porque al hacerme cargo de mi parte, me encargo de no añadir más
violencia sino extender la llama de la comprensión.
Nadie que estemos viviendo en esta sociedad podemos
realmente sentirnos ajenos a estas y otras situaciones de violencia, puesto que
esta violencia está reflejando el estado interno del ser humano en el siglo
XXI.
Hay una manera, para mi mal enfocada, de intentar solucionar
o cambiar algo en la sociedad, se suele poner el foco fuera, como si el
problema o la situación, no tuviera nada que ver con nosotros, con la manera en
que comprendemos las relaciones, la manera de mirar el mundo y la manera en que
nos movemos por la vida.
Cómo dije las situaciones de violencia que están sucediendo
en el mundo, no deja de ser un reflejo de la violencia, que a otro nivel hay en
cada uno de nosotros.
Uno puede pensar que no es lo mismo matar a una persona que
sentir rabia, odio, deseo de venganza, necesidad de sentirse más, de llegar más
alto; y ciertamente no es el mismo grado de violencia, aunque si es la misma
semilla. Las semillas prosperan dependiendo del terreno en el que se asienten.
La violencia puede ser ejercida, puede ser reprimida y expresada
bajo formas sutiles, Cuando la violencia no es reconocida, no se asume y al no
responsabilizarnos de ella de una manera o de otra, dependiendo del caldo de
cultivo, será escupida, expresada o ejercida.
Es de gran importancia que la persona se ame, (no hablo de
esa autoestima superficial que se intenta enseñar o imponer), hablo de un amor
profesado por una misma desde lo profundo, un amor vivenciado, no
intelectualizado; un amor basado en el respeto por ella misma (que a la vez
tiene que ser trasladado a los demás evidentemente), un amor basado en la
abundancia y el reconocimiento de su valía.
Porque si ese amor no está en una, la tendencia va a ser
buscar a alguien bajo el autoengañó y la ilusión de que llené esa carencia que
sentimos dentro.
Si no te amas, es sensato que no te creas merecedora de nada
bueno, por lo tanto, inconscientemente vas a elegir persona que no te traten
desde la libertad y el respeto más sagrado. De ahí la importancia de Ver en lo
profundo de un@ para ver esas posibles carencias que suelen adueñarse de
nuestras vidas.
Una mujer que realmente se ama nunca dejará que nadie la
maltrate ni la dañe y desde luego no elegirá ese tipo de personas para
compartir su vida.
Por eso creo el problema de la violencia machista hay que
atajarlo desde la raíz, eso es desde lo más profundo del ser humano, desde el
trabajo interno, desde el ver nuestras sombras y el hacerse cargo de ellas,
desde la aceptación de esa sombra para ser capaz de atravesarla para así ser
libre de su oscuridad.
Puesto que el rechazo causa sufrimiento, potenciamos el
maltrato al rechazar al agresor; la respuesta, para mí, está en la integración
de las partes, en el trabajo educacional y terapéutico
Tanto la mujer agredida como el hombre que agrede necesitan
la ayuda de una terapia profunda, necesitan ver que SON, por ellos mismos,
necesitan ver qué carencias los lleva a agredir o a aceptar o justificar la
agresión.
Puesto que el maltrato existe aún en esta sociedad; en vez
de simplemente juzgarlo y rechazarlo, asumámoslo para así ser capaces de
encontrar nuevos caminos donde la violencia sea erradicada del ser humano.
A lo largo de los siglos los seres humanos hemos intentado
erradicar la violencia ejerciendo más violencia; y aunque vemos que eso no nos
trae la paz, así se sigue haciendo.
Las cárceles están llenas de personas que han causado daño,
pero generalmente cuando a parte del encierro se las maltratan por ello de mil
maneras diferentes, al salir, no están más lúcidos ni más receptivos al cambio.
Sin embargo, si a estos inculpados se le practica un castigo correctivo sin
malos tratos, siempre será más probable que la persona esté en el camino de
aprender nuevas formas de comportamiento. Esto no tiene nada que ver con el
“buenismo”, sino con la capacidad de ver que una mente castigada, rechazada,
humillada, despreciada que ha sufrido por largo tiempo vejaciones de todo tipo,
es una mente con poco espacio para el arrepentimiento.