Mientras leía el libro de
Waris Dirie: “Amanecer en el desierto”
sentía mucha afinidad con cada frase que
iba asimilando. A la vez que surgía una reflexión profunda sobre el sufrimiento
de las muchas personas que viven en esas condiciones y sobre todas las
desigualdades existentes entre los seres humanos. Sus palabras forman un testimonio vivo expresado como mucha
sutileza, sensibilidad, respeto y belleza.
Nos muestra su duro pasado, su infancia vivida en una tribu nómada del
desierto somalí.
En mí ha
habido desde siempre una atracción hacia el desierto y esa forma de vida nómada,
casi un sentimiento de nostalgia.
A veces solemos tener una idea más bien romántica
de estos mundos exóticos, diferentes y tan desconocidos en la realidad.
Es fácil quedarse con la idea que da el
director de alguna película, o el criterio de algún autor, con la referencia de
alguna noticia o las imágenes de algún documental que intenta enseñarnos lo exótico;
lo vemos así y de manera tan limitada
creemos conocer. De esta manera poco objetiva nos entra como algo apetecible, romántico, curioso.
Creo que nos mostramos
poco consciente de lo que vivir con todas esas carencias materiales y de
derechos humanos suponen.
Conforme su testimonio
iba entrando en mi a través de la lectura una gran compasión y ternura iba
ampliando la comprensión: Me venia la
visión de tantos niños con los pies ensangrentados por andar descalzos entre el
árido y abrupto terreno lleno de pinchos
y cantos, la visión de los niños observando, con mirada de lobos hambrientos, el tazón de leche;
porque a veces es lo único que tienen para alimentarse durante todo un día; la
visión del padre que da una patada a la hija por no haber hecho bien la tarea, la visión de niños de cuatro
años haciendo de pastor en mitad del desierto, de estos niños todo el día
trabajando, hambrientos, sucios, harapientos; estos niños a los que se le ha
robado el derecho de ser lo que son: niños. Los padres igualmente son victimas
de la situación que de alguna manera le ha tocado vivir, condicionados por su
lugar de nacimiento.
Dirie describe los hechos mostrando respeto y
ternura hacía las personas de las que se sentía rodeada, a la vez que deja
claro reflejo de las carencias de todo tipo que padecía, y del dolor y
sufrimiento a los que se veían sometidos a causa de las carencias de enseres
necesarios y del sometimiento al que se ven obligadas las niñas y mujeres en
esa sociedad, donde al hombre se le valora mucho más y por lo tanto se le da
todo el poder incluso sobre ellas; las
mujeres no tiene ni voz ni voto.
En su libro aparece estas
frases: “Se puede amar algo profundamente, y sin embargo. no amar todo lo que
ello representa”.
En sus palabras deja
relucir el gran amor que sentía por su madre y por mucho de la cultura que la envolvió
en su infancia. Sentía gran respeto por su padre a pesar de que este era autoritario
y la obligaba a hacer cosas que ella no compartía.
Como era habitual, a los
seis años le practicaron la circuncisión femenina, nada que ver con la
masculina. La extirpación del clítoris y el sierre de la vagina hasta extremos
insaludable
A los trece años, como
era tradición, la querían casar con un hombre mucho mayor que ella. Waris fue
una niña que a pesar de la opresión, conservaba la valentía y su inteligencia
no fue apagada. Ella tubo el valor de escapar y llegar hasta Europa.
Cómo es común en todas
las personas que llegan de esos países “pobres” en busca de una vida más digna.
Pasó muchísimas dificultades y se sintió tremendamente sola. Añorando la parte
que amaba y valoraba de todo lo que había dejado y sobre todo a su madre. En
cada palabra se siente el tremendo amor y respeto que sentía por su madre.