jueves, 3 de noviembre de 2011

Zampa

Esta hermosa cabeza negra, era de Zampa, la pequeña es Nica, la perra de Mar.
Zampa murió hace unos meses cuando había vivido junto a mi trece años y medio.
Fue un perro con una tremendiiiiiiisima energía que me proporcionaba muuuuucho trabajo. Él siempre hizo aquello que su naturaleza protectora le dictaba, siempre organizando "su mundo".

No parecía estar enfermo. Mar y yo llegamos del río. Al llegar a la verja y no verle allí ladrando (regañandome por haberme ido) intuí su muerte. Allí estaba agonizando, hacia una tremenda calor, las moscas rondandole todo su grande cuerpo. Respiraba. Aun respiraba, pero fue acercarme a él y tocarle quietamente durante unos momentos y se fue. No me cabe duda de que me estaba esperando para despedirse. Algo fuerte siento mientras escribo.
Su ausencia dejó la Encina vacia, a la vez que su presencia estuvo presente por toda la granja durante semanas; justo el tiempo que vivía conmigo una especie de añoranza, tristeza y culpa. ¡La culpa siempre pesa tanto...! Me sentí culpable por haberme ido el día anterior y haberlo dejado solo, pues aunque no se le veía enfermo; si que a posteriori puedo ver sus avisos: en un momento del día anterior le oí quejarse, salí para ver que le pasaba, al ver que se estaba levantando del escalón donde estaba echado, pensé que su quejido se debía al dolor de sus articulaciones al levantarse. Desde hacia un tiempo le costaba echarse y levantarse, lo hacia más lentamente y se veía que se lo pensaba. Por otro lado cuando llegó Mar a las seis y algo de la mañana no se levantó, me acerqué a él y nos miramos, como le costaba levantarse y debía tener sueño, pensé que decidió seguir ahí, no quise molestarle comprobando. Siendo sincera, creo que de alguna manera sabia que pronto moriría, hacia unas semanas que lo presentía.Claro que no sabia cuando sucedería. Cuando llegué a la verja ese día y no verlo allí, fue cuando todo tomó sentido, comprendí que antes de irme no descarté la idea de que quizás había llegado su momento. Pero yo por miedo a verme envuelta en el dilema de si llamar o no al veterinario para que lo sedaran (mataran es en realidad para mi forma de verlo); medio inconsciente, medio a sabiendas, me dejé llevar por lo más ¿ fácil? Tenia claro no quería que le pusieran esa inyección y vagamente había pensado que si le veía enfermo, quizás no tuviera la entereza de sencillamente, no hacer nada más que lo que sabia y quería haber hecho, acompañarlo en su proceso de muerte de manera natural.Vagamente temía que me juzgaran " por no hacer nada" o me convencieran para que llamara al veterinario; y eso me hizo ¿huir? ¿evitar la inyección? No se, pero tuve que trabajarme todo eso durante largos días, a base de estar ahí sintiendo ese pesar, comprendiendome, aceptando lo sucedido, deshaciendo el dolor. ¡Me sentí tan mal... tan culpable!¡ Cuanto hubiera dado por dar marcha atrás en el tiempo! Por haberme quedado ahí con él, cuidándolo, ahí a su lado, acariciándolo, acompañándolo es su proceso de morir, sin más. Hubiera sido tan hermoso... Pero no había vuelta de hoja, el pasado muere a cada instante y deja de existir; y mi culpa y dolor también se disipó. Fue de una manera extraña: era una tarde mientras andaba por la Encina imbuida de esos sentimientos, los sentía tan profundamente que de mi empezó a salir una canción. Estuve tarareando una letra que no conocía, sonaba bonita,misteriosa, sabia, agonizante y relajante. No se durante cuanto tiempo estuvo saliendo de mi esa intrínsica melodía; pero cuando cesé de cantar supe que el dolor se había ido para no volver.
Él, Zampa, fue fiel hasta el final, fue fuerte durante todos los dias de su vida; esperó no se si con, o sin dolor hasta que llegué.
¡Sentí tanto amor por él! Vi claramente su grandeza y el lazo de amor que nos unía. Se que al final se fue tranquilo, su cara expresaba calma y hermosura.

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