domingo, 3 de julio de 2011

Reflexion sobre la dejadez

A veces se esta muy preocupado por ser espiritual: se hace meditación, se canta mantras, se hace bailes sagrados, rezos, se asisten a reuniones para comentar tal o cual enseñanzas, se hacen ayuno. etc
Y en el día a día, en cada acto pequeño que se hace no va impresa esa huella de amor que implica una vida espiritual, responsable; el hacer cada cosa con la responsabilidad suficiente para que la persona que venga detrás no tenga que recoger nuestra dejadez: cómo dejamos nuestras ropas, cómo hechamo la basura en sus recipientes, cómo dejamos el lavabo o el water después de haber sido utilizado, qué hacemos con la vajilla después de comer o las vasijas al terminar de cocinar, etc. La dejadez exterior implica desorden interno. Lo he observado no solo en los demás, sino en mi misma: Si algún día hay algún asunto de la vida cotidiana al que no le hago frente inmediatamente y entra en mi mente con cierta regularidad, ya la capacidad de estar fluyendo con lo que está siendo en ese momento mengua, porque la atención se divide. Esa consciencia testigo hace que una se de cuenta de ello. Esa consciencia no se implica en el problema, solo está ahí observando sin más, creando un vinculo con la autentica realidad del momento. Cuando mi mente está ocupada en lo que hace y lo que piensa resulta que le cuesta no dejar huella por donde voy pasando, no así cuando mente y mi cuerpo están alineada con lo que es. Entonces la huella no es de desorden sino que el propio estar ahí va ejecutando sin esfuerzo todo aquello que hay que hacerse; ya sea recoger un papel, atar la cuerda suelta de un tutor de árbol, recoger la botella que ha volado el viento, colocar una silla, recoger una planta tronchada y recuperarla, darle de beber a una planta sedienta, dar un abrazo, regalar una sonrisa o una caricia.
A caso hay amor cuando tratamos con dejadez las plantas de los jardines o las sencillas flores del campo.
Acaso está esa espiritualidad cuando no se es consciente de la belleza que contiene el paisaje, aun sencillo, la belleza que contiene la hoja que cae danzando en el aire. O el pájaro que canta mientras juguetea de rama en rama. La belleza de esos brotes henchido y brillantes a comienzo de primavera, esas nuevas hojas que reluce al resplandor del sol y del agua por su tierna juventud.
Acaso hay "eso" cuando no se ve " a Dios" en una sincera sonrisa, en un gesto de sencilla amabilidad.
A veces se habla con despecho de lo no alternativo, de lo "no espiritual".
El despecho es falta de comprensión y de amor por la vida.
Aceptar de veras, comprendiendo que lo divino lo podemos ver en todo, en los gestos más sencillos, no es acaso "eso"

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