domingo, 4 de julio de 2010

La pasión en el viajero

Desde unos años acá lo que más me place leer son libros de viajes. Mientras leo, se que no soy más que una viajera sedentaria gozando a través de los pies y las impresiones de otros. Seres aventureros, que se atrevieron a vivir eso que les empujaba desde dentro. Aun así, cada vez que tengo en mis manos un libro de viaje se produce en mi una mezcla de emoción, alegría y nostalgia a la vez que un gran interés y curiosidad por ir descubriendo esos paisajes lejanos, esas relaciones con las personas que encontraron en sus caminos, esas culturas a veces tan diferentes a donde una se ha criado, esas estructuras sociales etc.
Cuando leo unos de estos libros, me siento fácilmente transportada a esos lugares y situaciones que se van sucediendo.Voy viviendo con cada frase producida a través de esa sensibilidad, respeto y amor con que describen los paisajes, las personas y las sociedades.
Recuerdo un libro titulado “Desde el Lago del Cielo” No cabía duda que ese chico tenía un cerebro sumamente despierto y atento y que su corazón estaba lleno de tal sensibilidad y amor que era capaz de captar toda la belleza que iba apareciendo a su alrededor. Esa belleza que surge del saber apreciar la tristeza en unos ojos, la sonrisa en una leve expresión, el descubrir esa pequeña flor a orilla del camino, ese pájaro que canta posado en la rama de cualquier árbol, que observa la forma sin forma de las nubes, que capta el dolor acumulado en una cara de expresión agriada, que ve y comprende la pobreza, la suciedad, y el desamparo, que ve donde se esconde el miedo y la envidia en un ser humano, que percibe los contornos de las montañas y los diferentes colores que encuentra en su camino. La suyas eran palabras llenas de respeto, seguramente producidas por inteligentes reflexiones y una mente fresca y clara.

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