jueves, 3 de junio de 2010

SOY, CUANDO NO SOY

Voy caminando por un viejo camino en una noche de luna nueva. La oscuridad es tan intensa que casi no se puede percibir el suelo que piso.
En mi mente surge algún que otro pensamiento de temor; son de naturaleza tan vaga que una sigue adentrandose en él.
Una suave brisa acaricia todo el espacio. A lo largo del primer tramo del camino se oye a lo lejos leves ladridos de perros. Aunque la carretera no pasa muy lejos, no transita coche alguno. Reina el silencio.
Veo sin lugar a dudas que en una ha habido un despertar (no se si más grande o más pequeño, no importa). Desde aquí la vida es otra cosa. No hay que buscar un sentido, la propia vida ya lo es todo. ¡Tiene tanto sentido el estar vivo! Cada momento es único y no está vació, sino lleno. Lleno de quietud y de silencio. Un silencio desde donde todo lo que en la vida va surgiendo es percibido de una manera nueva, diferente, como con espacio, claridad, entendimiento.
Desde ese espacio surge la vida en toda su diversidad, y es hermoso.

En este espacio el sentir esta siempre presente, Los sentidos despiertos; los olores se perciben casi con antelación y de manera intensa, da la sensación de que las cosas se ven antes de que la vista se haya fijado en ella, la más leve brisa proporciona caricias de gran intensidad… Una va con la vida, viviendo lo que llega, sin clasificarlo de bueno o de malo. Tantos las situaciones habitualmente llamadas problemática como las clasificadas de “que ilusión” son vividas con la templanza de la sencillez; sin aspavientos ni sentimentalismo. Sin exagerada emoción. Creo que la ausencia de carga personal es lo que hace que este espacio se de. Quizás sea como un estado de templanza. No se que palabra poner, no importa demasiado. De cualquier manera ninguna palabra podrá definir esa realidad.

Al observar de cerca el sufrimiento que empaña los corazones de la mayoría de la humanidad. Los enredados que hesiten en esa mente estrecha perdida en ilusiones, fantasías, heridas, dolor, ira, envidias; Algo sucede en mi, que aunque no me arrastra ni altera me veo envuelta como en un espacio de amor, de comprensión por el mundo.
Una ha descubierto, quizás sorprendida, que si casualmente los ojos se llenan de lágrimas nada tiene que ver con lo personal. No existen ya sentimientos de pérdida o ganancias, ilusiones o fracaso; de triunfos, frustraciones o conquistas.
cuando entra algún pensamiento de esta índole son tan vagos y livianos que no persisten ni arrastra. No tienen fuerza ni poder de alterar ese espacio.

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