miércoles, 23 de junio de 2010

Agradable encuentro

Ayer mientras esperaba en la cola de mercadona, charo y yo empezamos a hablar. Nunca nos habíamos visto, aun así quedamos para visitar la laguna Taraje y sus alrededores.
El pueblo donde nací es una gran llanura situado a poca distancia del un tramo del rio Gualdaquivir.Este rió es vecino de grandes terrenos de marismas :En sus tiempos eran tierras bañadas por el agua del río y se solia sembrar arroz. Ahora son grandes extensiones de monocultivo o bicultivo.
Fuera de l pueblo la zona llamada campo sigue siendo llanura.Excepto el llamado monte Gibalbin que es una zona de monte bajo, formado por muchos cerros de formas redondeada donde crecían chaparro, acebuches,lentiscos y carrascas.
Hace mucho tiempo que el monte fue convirtiendose en campo de labranza, cultivado de cereal, olivares y viñedos. Muchos de los propietarios de estas pequenas parcelas vivian en esas tierras y sembraban pequeños huertos de donde procedia gran parte de los alimentos que tenian para comer toda la familia.
Algunos terratenientes poseian grandes extensiones de estas tierras que eran habitadas y cuidadas por otras personas que se les llamaban guardeces. A esta familia se les ofrecia una casita en la zona de monte.
En una de estas casas nacio y vivio hasta la llegada de la adolescencia Charo. Fue por eso que ella me dijo cuando la conocí que en Lebrija tambien hay monte y ella me lo iba a enseñar.
Senti mucha acuriosidad, pues me habian dicho que Gibalbin estaba todo desmontado y convertido mas o menos en zona residencial: parcelas con chalet y zonas ajardinada.
El primer lugar que me mostró fue la laguna Taraje. Esta laguna es propiedad de los Osborne, pero la pueblan muchos tipos de aves y patos. Es también un lugar de refugio y zona de descanso para muchas aves migratorias hacen allí una de sus paradas para recuperrar fuerzas y seguir su camino.Me dio mucha alegria estar en un lugar tan hermoso y tan cerca de donde viven mis padres; eso sí, tuvimos que saltarnos para poder visitarla, a Charo la conocen y por eso ella acepto saltar. La laguna estaba rodeada de hermosos lentiscos y el suelo estaba cubierto de matagallo, una planta pinchuda que hacia algo complicado el andar por ahí, tambien había muchas centaura menor con sus lindas florecillas rosas aun frescas.
Fuera de la laguna y sus alrededor el monte estaba efectiva mente desmontado; a excepción de las cimas donde los tractores no lo tienen facil para labrar la tierra. ¡Menos mal!.
El paisaje resultaba curioso con todos esos cerros redondos vestido de amarillo con crestas verdes pobladas de lentiscos y carrascas.
Cuando charo me enseñó la casa donde había nacido. Mi atención fue dirigida inmediatamente a un hermosisimo y majestuoso eucalipto de al menos 300 años. “siempre estubo ahí” me comento ella al percibir mi gran admiración.
Desde una gran roca de la que charo dijo que por su cara frontal( imposible de ver desde donde estábamos) es una pequeña cueva divisé sorprendida la hilera de arboles que indicaba la presencia del un río. Al señalarlo con alegría ella me dice con toda normalidad: “ si claro, es el Salado, ahora tiene poca agua, pero este otoño iba lleno”. Desde allí me mostró tramos donde se podia divisar algo del agua que aun conservaba. “Si quiere te puedo llevar a verlo, aunque nos tenemos que dar prisa para que no se nos haga la noche” ¡ Claro que quiero verlo!
Le pregunté si le daba miedo estar allí de noche. Me dijo que no le hacia gracia, porque podía tener problemas para salir del monte, pues hacia muchisimo tiempo que no habia ido hasta el río sola y no recordaba del todo el camino.
Nos pusimos en marcha, primero subimos el monte donde ella de pequeña lo conocía como la palma de su mano y me contó lo feliz que se sentía jugando y saltando por todo él. Era un monte con su cresta bien poblada de hermosos lentiscos donde muchisimos pajarillos sintiéndose protegidos entre tanto ramajes agradecían a la vida con sus lindos cantos. En un rincón de la subida había unas hermosas peñas. Me quedé unos minutos en silencio, el aire limpio soplaba levemente;se percibía una energía de gran calma y fuerza; desee quedarme, sin tiempo.Charo me dijo que teníamos que darnos prisa o no llegaríamos al río. Ella estaba contenta de mostrarme, pero quería que viera todo. Yo más que verlo necesitaba sentirlo, mirarlo, vivirlo;sin tiempo ni prisa. Pero faltaba poco para el atardecer y el río quedaba algo largo.
Nos pusimos en marcha. Visitamos el Cerro gordo que igual que el anterior, estaba poblado por hermosos lentiscos su hermosa cresta. Mas adelante nos encontramos Peñasandia, otro cerro de forma redondeada y adornado con un precioso risco donde el sol del atardecer en su bajada reflejaba sus rayos cubriéndolo de tonalidades rojizas y violáceas. Aunque de gran sencillez y carente de exuberancia estaba provisto de gran belleza y observarlo era un regalo para los sentidos.Desde allí fue desde donde un río,¡tenia la estructura de un río real, y qué estructura tan hermosa!En sus bordes estaba formado por piedras calizas de formas irregulares y en sus bases piedras lisas de gran tamaño de color negro muchas de ellas. Me produjo mucho0 goce descubrir ese río en ese lugar; era como haber descubierto un tesoro. Por si fuera pocas las sorpresas que me proporcionó la naturaleza, en ese humilde lugar de la tierra había también un pequeño manantial, tenía el tamaño y forma de un barreño, pero era hermoso ver como el agua brotaba del suelo y la fuerza de la tierra hacía que las minúsculas priedrecitas flotara en esa agua transparente y algo salada, (debe ser el motivo por el que se le llama a ese río “El Salado”). No pude resistir la tentación de quitarme la ropa y entrar en ese pequeño barreño natural y regar el cuerpo con el agua que me ofrecía. No se si sería las moléculas de sal con las que comparte espacio sus aguas, pero su tacto era como la seda y la piel la dejó suave y fresca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario