Son muchas las personas que buscan “esa experiencia” de unidad, ese estado de quietud, de amor, a través del adiestramiento de la mente personal. Y sea a través de practicas físicas o psicológicas, algún credo religioso, o a través de la pura acumulación intelectual o llenándose del saber y lo experimentado por otros seres humanos desde una mente sin tiempo, nueva, fresca, realmente religiosa, la absoluta mente. (O como a uno le sea digno nombrar).
La mente personal-egoica siempre actúa en aras de alguna conquista ya sean mundanas o conquistas espirituales. Siempre preocupada, siempre cavilando, siempre lamentando, siempre soñando, siempre deseando, siempre acumulando, siempre poseyendo o intentando poseer, siempre midiendo o midiéndose, siempre enjuiciando, siempre intentando realizarse, siempre enredada en ella misma, siempre- en resumen- en la batalla personal. Esa es su naturaleza y por lo tanto esta llena de ello, es ello mismo.
Cómo podemos pretender afrontar de manera inteligente y acertada una situación presente con toda nuestra experiencia pasada cuando lo presente siempre es nuevo, no conocido. Cualquier situación que se nos presente, nunca puede ser la misma, es imposible, pues la vida, la naturaleza es constante movimiento y nosotros y nuestro mundo forma parte de esa naturaleza y de ese movimiento; así la forma adecuada de afrontarla surge igualmente de ese presente no conocido, y para que ello sea posible nuestra mente no puede estar enredada en miedos o cualquier otro síntoma de la mente personal-egoica pues esta mente es pura distracción para percibir el momento actual, se necesita está viviendo con una mente alerta y despierta, así una es ese mismo movimiento de la vida.
Resumiendo todo cuanto percibamos desde esa mente no puede ser llamada Realidad, pues se trata en todo momento de una interpretación muy personal de los hechos y de las situaciones, incluso del panorama. Así ante una misma situación, conversación incluso paisaje, se perciben cosas diferentes.
De ella ha surgido todo este desorden creando tantas desigualdades entres los seres humano, tanta competencia, tanto odio; todo este mundo de soledad y sufrimiento que hemos ido creando a través de los siglos.
Cuanto más miedo tiene un ser humano más intenta protegerse; tanto que esa desconfianza crea un muro donde la interrelación se hace imposible. Ese ser humano puede interactuar con muchos otros pero no hay relación real, pues el miedo impide la vulnerabilidad necesaria, impide el estar ahí, el estar abierto.
Hay mucho miedo inconsciente -deseando salir a la luz-, dentro de la conciencia humana. Aunque todos podemos recordar situaciones de miedo y echando una mirada atrás, comprobar cómo distorsiona la realidad, cómo este miedo, es como un gas inflamable para la mente que navegando a sus anchas da rienda suelta a todo tipo de imaginación paranoica.
que estemos continuamente llenos de actividades que nos haga distraer, que nos de placer, que nos divierta y nos saque del hastío y la soledad interna.
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