viernes, 8 de mayo de 2009

En una noche de febrero

Durante un tiempo observaba la noche a través de los cristales, y estaba oscura.
Volví a sentarme en quietud.
Algo me hizo volver a observar la noche; me sorprendió la luna llena grande y amarillenta, saliendo de entre los almendros. La observo desde el cristal; ella va subiendo lentamente mientras pierde diámetro y gana luminosidad.
Me levante y salí fuera, quería sentirla más cerca.
La noche está tranquila y los arboles están aquietados; sin embargo oigo una leve melodía: es el álamo gris que parece llamarme.
Me acerco suavemente, ya he dicho que es de noche, observo el danzar de sus hojas mientras siento el frescor de la noche en todo mi cuerpo y me envuelve la melodía.
Siento un estremecimiento en todo mi ser, es tanta la belleza...
En el álamo sigue la melodía, pero yo me voy alejando. Al llegar junto del ciprés levante la cabeza para ver toda su majestuosidad, creí sentir que no quería que me acerque tanto, que necesita su soledad. Rápidamente me alejo guardando cinco metros de distancia; me parece sentir que así los dos estamos cómodos. Lo contemplo unos instante y con pasos cautelosos me alejo.

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